lunes, 3 de marzo de 2008

Humos y malas costumbres

HUMOS Y MALAS COSTUMBRES


Las reformas se aprobaron. El pleno de la Asamblea Legislativa el pasado 26 de febrero modificó la Ley de Protección a la Salud de los No Fumadores en el Distrito Federal con lo cual ya no sólo basta una separación física en los sitios públicos, sino que queda estrictamente prohibido fumar en restaurantes, oficinas, bares, industrias, cines, escuelas, hospitales y auditorios.

La finalidad de la propuesta aprobada busca garantizar espacios 100% libres de humo a excepción de la calle, en donde los amantes del tabaco podrán continuar con su consumo perjudicial.

No obstante los serios riesgos a la salud que pretende evitar estas modificaciones a la Ley Antitabaco, lo que de entrada ya es plausible, el tema no dejó de ser la manzana de la discordia entre dos grupos sociales: uno que está en contra del endurecimiento de las disposiciones legales como multas a usuarios de 525 a mil 577 pesos y arresto de 36 horas en caso de reincidencia o de 6 mil hasta 131 mil pesos en caso de ignorar la disposición; y otro, la mayoría, conducido bajo el lema “Se respira respeto” impulsado por 15 organizaciones civiles que promovieron la aprobación de las modificaciones.

Como un dato contundente como referente sobre la importancia de esta ley está la información brindada por la más reciente Encuesta Nacional de Adicciones que reveló que ocho de cada diez personas están de acuerdo con los espacios cien por ciento libre de humo con lo que, paradójicamente, muchos fumadores concuerdan.

Aunque no todos lo están como lo aseguró el periodista Carlos Marín en conferencia de prensa y en su columna de Milenio Diario (25/02/08) al señalar que 20 millones de fumadores exigen su derecho a ejercer su adicción, sus humos y malas costumbres, sin prever que el consumo de este producto afecta a los no fumadores quienes verdaderamente ven socavada su elección de no fumar a causa de la constante y frecuente convivencia con los que lo hacen.

Pareciera para algunos que estas reformas sólo tuvieran la finalidad de complicar el estilo de vida de los fumadores quienes, con sus debidas excepciones, parecieran ignorar que no se trata sólo de una limitación más a la ya regulada vida social, sino que se está hablando de un verdadero problema de salud nacional que implica el gasto de millones de pesos en tratamientos, la mayor de las veces paliativos, que en poco mejoran la ya mermada calidad de vida – o muerte- de los enfermos que por gusto propio lo son.

Finalmente las reformas fueron aprobadas junto con otra disposición a nivel federal que, aunque encontradas en ciertos términos, procurarán mantener el aire público respirable e intacto de la contaminación…, al menos sí la del cigarro. Y esto guste o no es una democracia en la que las mayorías deciden para el bien de las mayorías –aunque a veces sólo en teoría-.

Lo que es indudable es que este tipo de decisiones, junto, por ejemplo, con la legalización del aborto hasta las doce semanas, coloca a la Ciudad de México como la urbe de ideas más avanzadas en el país y al nivel de otras más en el mundo, aunque tan sólo sea en ciertos aspectos ideológicos, lo que ya es un paso adelante.